Todo comenzo una tarde gris, donde el pueblo lloraba por la ausencia de aquello que todos anelamos de vuelta, algunos uian a otras ciudades otros simplemente esperaban y se hacian compañeros de aquello que algunos llamamos insertidumbre, de esta manera todos los que esperaban y todos los que uian solo pensaban en como habian perdido cosa tan valiosa que cada uno de nosotros llevamos en determinado momento en nuestras vidas y como aquellos que por casualidad guardan al menos un vano recuerdo de lo que pudimos perder a lo largo de un largo caminar.
Los borrachos ocupabán la aldea, acaso como se ocupa un clavel dormido. Desde el sur, a pocos paso del mar, y desde el oeste, muy cerca del secreto de todo lo que ocurria, tomarón las contadísimas calle: la de la iglesia y el burdel, la de la escuela, la de la comisaria hasta más tarde llegar a ocupar todo y hacernos perder cada minuto de ellos.
La aldea se mostraba como como un boceto de aquello que apenas comienza, estaba hecha a manos de la maldad y y la falta de amor.
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